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Los cruzados conquistan Alcácer do Sal, pero se atascan en Damieta



 

DAMIETA, 28 agosto 1218. La flota cruzada que salió de los puertos holandeses y alemanes durante la primavera del año pasado, ha experimentado una suerte desigual en el inicio de la Quinta Cruzada. Como se recordará, la Cruzada fue organizada por el papado, y al contrario que las anteriores, preveía atacar Egipto en lugar de hacerlo directamente sobre Palestina, ya que desde El Cairo, donde gobierna Al Kadil, el hermano de Saladino que ahora es sultán Siria y Egipto, éste podía enviar refuerzos que dificultaran la ambicionada toma de Jerusalén. El plan adoptado en Acre preveía que un flota proveniente de Palestina y otra del norte de Europa convergieran en las costas de Egipto, y desde se dirigieran a Damieta, importante ciudad comercial camino de El Cairo.


El obispo Pelayo de Albano, legado pontificio para la cruzada y máximo dirigente, acordó que, previamente a la llegada a Egipto, la flota europea debía desembarcar en Lisboa y atacar la posición avanzada de Alcácer do Sal, una imponente fortaleza que los almohades habían recuperado en su contraofensiva de 1174, cuando expulsaron de ella a los caballeros de la recién creada orden de Santiago. Para ello, el papa Honorio III convocó la cruzada portuguesa, en la que convergerían las tropas del rey Alfonso II de Portugal, la flota cruzada proveniente de Alemania y las diferentes órdenes militares hispánicas, con la de Santiago a la cabeza.


En julio de 1217, la flota inicio el bloqueo, y durante el resto del verano las tropas de tierra cercaron la fortaleza. Pero los constantes refuerzos que los almohades enviaban desde Badajoz, Sevilla, Córdoba y la lejana Jaén, los sitiadores sostuvieron la presión hasta que la suerte se decidió en una batalla campal, al igual que ocurrió en Las Navas de Tolosa. Y como entonces, las tropas cruzadas derrotaron a las musulmanas en una victoria que alcanzó tanta resonancia como la de Las Naves. La fortaleza, de difícil conquista y bien abastecida, todavía tardó un mes de rendirse, hasta el octubre siguiente; con su conquista, se garantizaba la seguridad de Lisboa, y los caballeros de Santiago, con su comendador mayor de Portugal al frente, recuperaban su sede principal en el reino luso. Él éxito fue tan grande y tan celebrado, que tanto los maestres y priores de las órdenes que participaron, así como los obispos de Lisboa y Évora, solicitaron de Honorio III que permitiese a los cruzada continuar la lucha en Portugal y explotar el desmoronamiento almohade en su frente occidental. Pero Honorio III no cedió; la conquista de Egipto era de crucial importancia para la recuperación de los Santos Lugares.


Así, en mayo de 1218, la flota proveniente de Palestina se unía a la europea en las costas del Delta del Nilo y se preparaba al ataque a Damieta, la ciudad elegida como objetivo. Pero la ciudad estaba muy bien guardada; protegida por tres conjuntos de murallas, con fosos entre ellas y veintiocho torres defensivas. Además, junto a la muralla occidental había una torre exenta sobre una isla, en pleno río, con una cadena que impedía su paso. La toma de esta torre era fundamental para poder iniciar el ataque a la ciudad. Además, tanto la ciudad como la torre disponían de abundante provisión de fuego griego. El ataque fue dirigido por Juan de Brienne, rey de Jerusalén y jefe militar de la expedición. Los primeros envíos de barcos fueron todos rechazados desde la torre. Primero, las naves volvían aseatadas e incendiadas, después se las dotó de un grueso blindaje de madera, que también resultó dañado. La solución final llegó con la idea de amarrar dos barcos con cuatro mástiles, dotarla de puente giratorio y recubrirlo todo por pieles ignífugas. La impresionante fortaleza consiguió contactar con la isla. Durante mucho tiempo no se supo qué bando avanzaba y cual retrocedía, hasta que al final, el 28 de agosto, los cruzados consiguieron apoderarse de la torre.


Había sido un esfuerzo titánico, con alto coste de hombres y material, para tomar solo la torre exenta de las murallas. Quedaba lo más difícil; la triple muralla de la ciudad, que además recibía refuerzos de El Cairo. Los combates han continuado durante el otoño y el invierno, sin que faltasen las acostumbradas salidas de los sitiados, que en una de ellas realizada en octubre prácticamente ha destrozado el campamento cruzado, causando muchos muertos heridos. En esto momentos, continúa el sitio de la ciudad, pero las condiciones de los sitiadores son cada vez peores.


Las noticias de este atasco han causado gran preocupación en Roma, donde Honorio III ha hecho llegar al emperador la orden de que ayuda en la cruzada con el envío de sus tropas. Federico II, por su parte, se ha comprometido a acudir en ayuda de los cruzados, pero fuentes muy cercanas aseguran que no tiene mucha prisa en poner en práctica su compromiso.

 

IMAGEN SUPERIOR: CASTILLO DE ALCÁCER DO SAL



ATAQUE A LA TORRE DEL RÍO, CON LA CIUDAD DE DAMIETA AL FONDO

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