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Fernando III, rey de Castilla, León y Galicia




BENAVENTE, 11 diciembre 1230. Setenta y tres años después de que el emperador Alfonso VII (+1157) separara Castilla de León en su testamento (Castilla para su hijo Sancho (+1158), el primogénito, y León para Fernando (1188) su segundo), ambos reinos vuelven a estar unidos bajo un solo monarca; Fernando III (31), tataranieto del emperador. A pesar de que Alfonso IX de León, fallecido en septiembre pasado, no quería que su hijo Fernando III heredara el trono, el pragmatismo y el sentido común de sus dos ex-esposas, Teresa de Portugal (54) y Berenguela de Castilla (51) ha solucionado pacíficamente una situación que tenía todos los visos de acabar en guerra. Así lo han formalizado hoy en lo que se conoce como la Concordia de Benavente.


Tras este paréntesis, vuelve al tablero geopolítico el gigante hispano cuyos últimos monarcas Alfonso VI (+1109), Alfonso I El Batallador (+1134) y Alfonso VII (+1157) se proclamaron emperadores de Hispania. Pero con importantes diferencias; en lugar de imperio de Hispania, el nuevo estado será la Corona de Castilla, conteniendo los reinos de Castilla, León y Galicia, y en lugar ser gobernada desde la ciudad de León, lo será desde Burgos y Toledo.


Tal y como se esperaba, Fernando III de Castilla, el único hijo varón que le quedaba a Alfonso IX, reclamó el trono de León tan pronto como supo de la muerte de su padre. Pero Alfonso IX, que no quería ver a su hijo en el trono de León desde que se convirtiera en rey de Castilla, había declarado herederas a sus hijas Sancha (41) y Dulce (38) e incluso se encontraba negociando el matrimonio de una de ellas con Jaime I de Aragón (24) para que así pudiera reinar. Ante tal circunstancia, el reino se dividió entre los partidarios de las infantas y los partidarios del rey de Castilla.


Pero Fernando III y su madre Berenguela de Castilla estaban totalmente decididos a ir a la guerra por León. Así, en octubre entraron en el reino vecino y se dirigieron a Toro, una ciudad que, como el resto, estaba dividida entre partidarios de las infantas y del rey de Castilla. Pero Toro, finalmente, abrió las puertas a Fernando III y lo aclamó como rey. El hecho de que una las más importantes ciudades leonesas se decantase por el rey castellano tuvo un peso decisivo en el devenir de los hechos, pues poco después Teresa de Portugal (primera esposa de Alfonso IX y madre de Sancha y Dulce) y Berenguela de Castilla (segunda esposa y madre de Fernando III) se citaron en Valencia (no se sabe si fue de Alcántara, Cáceres, o de Don Juan, León) para iniciar unas negociaciones que culminarían con la retirada de las reclamaciones de las infantas a cambio de una renta anual de 30.000 maravedíes. Poco después, Fernando III era coronado rey de León, quien será respetuoso con las leyes e instituciones leonesas, y mantendrá en sus puestos a los cargos y responsables más importantes, incluso a aquellos que se habían opuesto a su candidatura al trono.


En el campo internacional Navarra y Aragón hicieron un amago de estar dispuestos a intervenir en favor de las infantas leonesas con el argumento de las negociaciones matrimoniales con Jaime I, pero la rapidez con que se desarrollaron los hechos evitó cualquier complicación. En cualquier caso, le preocupación de los reinos vecinos por el tamaño y poder del reino castellano-leonés es evidente, y ha acabado de decidir a Sancho VII de Navarra, sin descendencia, por la vía de ahijar a Jaime I, con lo que el rey aragonés se convertirá en heredero de Navarra.


Y por último, pero no menos importante, también se unen, lógicamente, las reservas de conquista de ambos reinos, con Sevilla, Cádiz y Huelva para Fernando III, sumándose a Córdoba, Granada, Málaga, Jaén, Almería y Murcia. La débil situación de las ciudades andalusíes permite augurar que a Fernando III y a Castilla les aguarda un gran futuro.


(Imagen; coronación de Fernando III en la recreación de Nájera)

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