ROMA, 22 noviembre de 1220. Federico II ha conseguido imponer sus condiciones y Honorio III ha aceptado en su persona la unión de la corona imperial y el reino de Sicilia, algo que de ninguna manera estaba dispuesto a aceptar su antecesor Inocencio III, a quien le aterrorizaba, no sin razón, ver los Estados Pontificios rodeados al norte y al sur por un Stauffen. Por esa mismo razón, el Santo Padre se ha ganado una buena oposición dentro de la Curia Romana. A cambio, Federico se compromete a condonar la deuda pontificia, renunciar a la condición de legado apostólico en el Reino de Sicilia, socorrer al Imperio Latino de Constantinopla y embarcarse en una cruzada hacia Tierra Santa.
Seis años después de que el emperador Otón IV fuera derrotado en Bouvines, el papa Honorio III se ha impuesto a sus adversarios en la curia y ha coronado a Federico Roger emperador del Sacro Imperio Romano como Federico II. Durante ese tiempo, la curia de cardenales se ha visto dividida entro los que desconfiaban de nombrar a otro Staufen para el solio imperial (Federico Roger es nieto de Federico Barbarroja, de infausto recuero para Roma) y aquellos otros que no veían otra posibilidad tras los incumplimiento y excomunión de Otón de Brunwick. El control del tiempo, las reticencias y los aplazamientos de Federico Roger han provocado que la coronación se aplace tanto tiempo.
Cuando apenas un mes después de su coronación Otón IV fue ex-comulgado por el papa Inocencio III por haber invadido los condado de Ancona y Espoleto en su pretensión de conquistar el reino de Sicilia, algo que había prometido que no haría, Roma no tuvo más remedio que volver a la opción del hijo de Enrique VI y nieto de Federico Barbarroja, a la sazón un adolescente de 14 años rey de Sicilia, educado y custodiado por el papado desde la muerte sus padres. Pero el joven Federico Roger está mostrándose como una avezado político, asesorado por el gran jurista Pietro de La Vigna, y al fin y al cabo se trata de un Stauffen, apellido de infausto recuerdo para la Santa Sede. Así, desde la rebelión de Otón de Brunswick ha maniobrado para conseguir el apoyo del Reichstag en Alemania y de varias ciudades lombardas, la verdadera patata caliente del Imperio.
Por su parte, Federico II se ha comprometido a una nueva cruzada para apoyar al ejército católico que hace seis meses conquistó Damieta, en Egipto, en su intento de aislar a El Cairo , el gran puntal musulmán de Oriente Próximo, de Tierra Santa, y que ahora se ve rodeado de enemigos y en una situación muy complicada. Sin embargo, fuentes próximos al nuevo emperador comentan que, al parecer, Federico II tiene otras prioridades en mente y no va a tener mucha prisa en consumir tantos recursos en la cruzada prometida.
IMAGEN SUPERIOR: 'Roger II coronado por Cristo', mosaico bizantino
en la Iglesia de La Martorana, en Palermo.