BURGOS, 1207. La popularidad de la primera obra poética de la literatura castellana se está traduciendo en un incremento de las copias realizadas del mismo, de entre las cuales destacamos la realizada estos días por Per Abbat, probablemente un copista de un monasterio castellano. Su trabajo sirvió para otra copia, realizada un siglo después, que es el manuscrito más antiguo que se conserva. En él se cita el año 1207 como la fecha en que Per Abbat realizó su copia.
El Cantar de Mio Cid es un cantar de gesta anónimo que se inscribe en la tradición de la épica que por estas fechas arrasa en la literatura europea, y cuyo principal exponente son las obras épicas francesas, que se inician con La Canción de Roldán, fechado antes del año 1100, y que es el manuscrito poético medieval más antiguo que se conserva. La lengua en que está escrito, un castellano arcaizado adrede, no ayuda a datar la fecha de su creación, pero los temas que trata, las luchas de frontera, no permiten llevarlo más allá de finales del siglo XII, que es cuando se generalizan los enfrentamientos en la frontera cristiana-andalusí, aunque algunos autores proponen adelantar la fecha hasta 1140, algo que no goza del consenso de los especialistas.
El Cantar de Mio Cid consta de 3.735 versos, divididos por una cesura, que se conservan prácticamente completos (con excepción de la primera hoja y de dos intermedias). Narra los últimos año de la vida del caballero Rodrigo Díaz de Viva, conocido como El Cid, cuyas hazañas tuvieron lugar al final del siglo XI y principios del XII. El tema tratado es la recuperación de la honra del héroe, El Cid, cuya recuperación le otorgará un honor todavía mayor. Aunque el autor es anónimo, el conocimiento del castellano arcaico y el dominio de términos legales y jurídicos permiten identificarlo como un notario o letrado cercano a la corte o a sus tribunales de justicia.
No obstante las similitud con los cantares de gesta franceses, el Cantar de Mio Cid contiene diferencias que lo hacen particular de la literatura castellana, como es la serenidad del héroe en la toma de decisiones, la mesura de sus acciones y la ausencia de elementos sobrenaturales en la trama de la historia. Este realismo que aparece con El Cantar influenciará sobremanera en la literatura castellana de los próximos siglos, llegando tan lejos como hasta El Quijote de Miguel de Cervantes.
El manuscrito que conservamos hoy se encontraba en el siglo XVI en el Archivo del Concejo de Vivar, desde donde pasó a un convento de monjas. De allí lo sacó el secretario de Estado Eugenio de Llaguno en 1779, en plena era de la Ilustración, para que fuera publicado en Madrid. El manuscrito pasó a los herederos de Llaguno y de ellos al arabista Pascual de Gayangos en 1858. Desde entonces fue estudiado por numerosos especialistas, llegando incluso a viajar a Boston, hasta que en 1863 lo compró el marqués de Pidal. La obra siguió en manos de sus herederos hasta que el 20 de diciembre de 1960 lo adquirió la Fundación Juan March, quien diez días más tarde, el 30 de diciembre, lo donó al Ministerio de Cultura, quedando adscrito a la Biblioteca Nacional.
IMAGEN SUPERIOR: FRAGMENTO DEL MANUSCRITO DE EL CANTAR DE MIO CID,
CONSERVADO EN LA BIBILIOTECA NACIONAL, MADRID