DAMIETA, 8 septiembre 1221. El ejército católico ha abandonado Egipto tras una humillante derrota ante las tropas de al-Kamil, sultán de Egipto. La batalla tuvo lugar en Mansurah, 140 km. al norte de El Cairo cuando el ejército del legado Pelagio avanzaba en busca del ejército egipcio. La Quinta Cruzada ha fracasado.
La toma de Damieta en noviembre de 2019 permitió a los cruzados disponer de un puerto fortificado en la costa de Egipto. Desde allí enviaron expediciones que tomaron la ciudad de Burlus y el fuerte Tanis, sobre el canal del Nilo del mismo nombre. El plan de la nueva fase era esperar la llegada de los refuerzos prometidos por Federico II al papa Honorio III tras su coronación y avanzar hacia El Cairo en busca del ejército egipcio.
Pero el año 1220 fue pasando y Federico II no pudo (o según algunos no quiso) enviar los refuerzos prometidos porque estaba sufriendo una rebelión musulmana en Sicilia. Mientras tanto, el ejército de al-Kamil no cesaba de hostigar a los cruzados desde sus posiciones en Fariskur, al sur de Damieta. La cuestión todavía se complicó más cuando al-Muazzam, sultán de Siria y hermano de al-Kamil, intervino en ayuda de su hermano; primero, atacando el recién construido castillo de Chateu Pelerin, base de los templarios en Palestina, y segundo enviando refuerzos a Egipto.
A principios de 1221 la situación era insostenible y era urgente tomar una decisión: o se abandonaban las posiciones conquistadas o se salía en busca del ejército de al-Kamil sin el apoyo de las tropas imperiales. El legado Pelagio, delegado papal para la cruzada, y Juan de Briennes, rey de Jerusalén, estuvieron de acuerdo en salir en busca del ejército, por lo que fue rechazada la propuesta de Pedro de Montaigut, maestre de los templarios, de no atacar por la debilidad de la posición cruzada.
El ejército cruzado salió de Damieta con dirección a El Cairo el 29 de junio de 1221. Un tremendo ejército con 50.00 caballeros, arqueros e infantes, acompañados de 600 barcos de todos los tamaños, avanzó hacia al sur junto al río Nilo. Muy pronto comprobaron que las tropas enviadas por al-Muazzam les seguían a distancia, cortándoles la retirada, pero los cruzados confiaban en su gran ejército. Las huestes de la cruz persiguieron a los egipcios hasta Mansurah, donde llegaron el 18 de julio. Allí tuvo lugar el primer encontronazo con los peligrosos arqueros a caballo. Y lo que fue peor; el rio Nilo empezó a crecer.
Era el momento que estaban esperando al-Kamil y sus hermanos. Para multiplicar los efectos de la inundación, ordenó que se abrieron las compuertas de acequias y canales, con lo que, en poco tiempo, todo el campamento cruzado quedó inundado, sus provisiones y avituallas desaparecidas y los soldados sin capacidad de maniobra. El 26 de agosto, los barcos egipcios separaban a las naves cristianas del grueso de la tropa, mientras que esta sufría los ataques de los arqueros sin poder ni avanzar ni retroceder. Con las bajas aumentando estrepitosamente, el legado Pelagio acabó comprendiendo la situación y entabló negociaciones con el sultán al-Kamil.
Al-Kamil fue inteligente y decidió permitir la retirada de los cruzados a cambio de que abandonaran Egipto, pues todavía mantenían en su poder Damieta y esperaban la llegada de las tropas de Federico II. Por ello, incluso les facilitó pan para 15 días y que pudieran proceder a la retirada. Las tropas católicas abandonaron Egipto poco después, y el 8 de septiembre al-Kamil entraba en Damieta. Había terminado la Quinta Cruzada.
La decepción es general en toda la Cristiandad, y ha devenido en ira en Roma, donde el papa Honorio III ha acusado abiertamente al emperador Federico II de no haber apoyado la cruzada en la medida que se comprometió durante las negociaciones para su coronación. Un incumplimiento que le ha supuesto la amenaza de excomunión.
CAMPAÑA DE LA QUINTA CRUZADA EN EGIPTO